Mito del Dragón-Ballena



Con viento propicio navegaba la barca plácidamente por el océano, cuando un día exclamó Nganaoa : “¡Oh Rata, mira ese espantoso enemigo que surge del Océano!”

Era un molusco abierto, de dimensiones gigantescas. Una de las veneras estaba delante de lbarca, la otra detrás, y la barca directamente entre ambas. .Al próximo instante podía el espantoso molusco cerrar sus veneras y triturar todo. Pero Nganaoa estaba preparado. Sin vacilar tomó su larga lanza y la arrojó con fuerza al cuerpo del animal; este, en vez de cerrar sus veneras, se hundió enseguida.

Una vez hubieron escapado de ese peligro, siguieron su ruta. Pero al cabo de un tiempo volvió a oírse la voz de Nganaoa, siempre alerta: “¡Oh, Rata, de las profundidades del Océano vuelve a surgir un espantoso enemigo!Esta vez era un formidable pulpo, cuyos gigantescos tentáculos envolvían la barca para destruirla. En el momento crítico, Nganaoa agarró su lanza y con ella atravesó la cabeza del pulpo. Los tentáculos se aflojaron y el monstruo muerto asomó a la superficie. De nuevo prosiguieron su viaje, pero un peligro mayor aun los aguardaba.

Un día exclamó el intrépido Nganaoa: “¡Oh, Rata, he aquí una gran ballena!” Sus enormes fauces estaban dilatadamente abiertas, la quijada inferior se hallaba ya debajo de la barca y la superior encima. Un instante y la ballena se los habría tragado. Entonces Nganaoa, “El matador de dragones”, partió su lanza en dos trozos y en el momento en que la ballena iba a triturarlos los metió entre las fauces del monstruo, de modo que este no podía cerrar sus quijadas. Saltó rápidamente a la boca de la gran ballena y miró al interior de su vientre, ¿Y que vio? Vio a su padre Tairitokerau y a su madre Vaiaroa, que cuando pescaban habían sido devorados por el monstruo de las profundidades.

El oráculo se había cumplido. El viaje había logrado su objetivo. Grande fue la alegría de los padres de Nganaoa al ver a su hijo, pues ahora estaban convencidos de que era inminente su liberación.

Y Nganaoa decidió también la venganza. Tomó uno de los dos palos de la bocaza del animal, pues uno bastaba para impedir que la ballena cerrara sus fauces, quedando así libre  el camino para Nganaoa y sus padres. Rompió en dos partes ese trozo de la lanza, a fin de utilizarlas como maderos para frotar fuego. Pidió a su padre que sujetara uno mientras el manipulaba la parte superior hasta que el fuego comenzó a arder.  Soplando la llama para que aumentase, Nganaoa se esforzó  para que el fuego llegara a las partes grasas de la barriga (el corazón). EI monstruo, revolviéndose de dolor, buscó ayuda nadando hacia la tierra próxima.  Tan pronto llegó a un banco de arena, padre, madre e hijo saltaron a tierra por las abiertas fauces de la ballena moribunda.